Friday, February 19, 2010

La columna de esta semana...Que paso con esa Venezuela?

De andar y ver

"Todos fuimos culpables"

Mariahé Pabón (*)

"Por acción o por omisión. Ojalá mi muerte sea fecunda. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo; para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones sembradoras de odio y de infamia, capaces de destruir hasta la integridad física y moral de una nación. Y para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio. Fuimos un pueblo cegado por el odio y todos éramos víctimas de esa ceguera. Este es mi último adiós y que mis compatriotas me perdonen todo el mal que he hecho". Apartes de la carta que Miguel Angel Quevedo, director de la Revista Bohemia escribiera en la víspera de su suicidio, ocurrido en Caracas en agosto de 1969, arrepentido de haber dado soporte al régimen castrista y de haber contribuido al odio entre cubanos, a través de sus escritos.

¿En dónde están los sabios ?

Todos los días, Jacinto Convit, cumplidos ya los noventa años, llegaba a su laboratorio en el Instituto de Biomedicina del Hospital Vargas. Allí lo entrevisté muchas veces. Dirigió durante parte de su vida los equipos que descubrieron las vacunas contra la lepra y la leishmaniasis. Hoy tiene 97 años y no sé si continúa con su ritual tempranero de llegar al trabajo en un destartalado automóvil. Sólo sé que centenares de científicos se formaron bajo su conducción y que esos profesionales jamás se doblegaron a los vaivenes políticos, ni se interesaron por nada diferente al servicio público.

Llenaría esta columna con nombres de gente como Convit y con gente de todas las condiciones sociales, venezolanos decentes que sin más títulos que el de su honradez y su trabajo, demostraron que el país estaba por encima de las apetencias políticas. Gentes que entregaron los mejores años de su vida a la educación, el arte, la belleza, la investigación, la política, la economía, la empresa, el negocio, la literatura, el periodismo.

Miles de arquitectos Villanueva levantaron ciudades, miles de maestros Prieto se entregaron a la educación, miles de Abreu divulgaron la música, docenas de Uslar Pietri, Oteros Silva, Andrés Eloy Blanco, Carlos Giménez, se hicieron sentir en el ámbito cultural, miles de portugueses, españoles, italianos, colombianos vinieron a sembrar la tierra y a producir frutos para la alimentación. Colocaron las primeras piedras de una nueva patria, imperfecta, pero unida, porque estaba saliendo de una dictadura militar.

A lo mejor los gobernantes, a título personal, no cumplían con sus deberes, pero si lo cumplieron ministros de Sanidad como Arnoldo Gabaldón que erradicó el paludismo o educadores cual Félix Adam que le hizo frente a la alfabetización de adultos o Rafael Dominguez Sisco que convirtió la Maternidad Concepción Palacios en la mejor de América latina. O Rubén Jaén que hizo de la unidad de Cardiología del Hospital Universitario una referencia mundial por su inigualable trabajo de investigación y práctica junto a un grupo de médicos que no se ha repetido.

Rafael De León fue, por excelencia, un ingeniero del agua y porque el agua es portadora de vida, su visión y realización venezolanista nos dieron progreso, bienestar social y el desarrollo de un conjunto de nuevas actividades económicas. No existiría Guri, si no hubiese existido De León. Con él nació el Caroní y su hidroelectricidad, y luego vinieron las industrias del acero y del aluminio, y a la vez Ciudad Guayana en una concertada amalgama entre el hombre y la naturaleza. Aparecería Pérez Alfonso el padre de la Opep y el profeta que nos vaticinó la tragedia que algún día nos llegaría por culpa del estiércol del diablo.

Si éramos mejores

En el Ivic se investigaba. La universidad fue siempre el centro de divulgación de todas las corrientes del pensamiento. Los hospitales fueron en todo momento centros de referencia. El teatro dio de qué hablar en el mundo entero. Muchos barrios humildes vivían en paz. No era Venezuela un paraíso, pero tampoco la debacle que estamos viviendo. Se podía caminar por las calles sin miedo, ir a los parques sin miedo, bajar a la playa sin miedo, salir de noche sin miedo. Eramos panas y nos defendíamos a trochas y a mochas, a pesar de Lusinchi, de Pérez, de Herrera. Teníamos fama de no violentos, de abiertos, de cordiales, de igualados. Claro que había delincuentes, corruptos, asesinos, tramposos, malos gobernantes, abusadores. Mentirosos. Como en todas partes del mundo. Pero no como ahora. No como hoy. Nada igual y baste relatar el horror que se vivió este pasado fin de semana cuando hordas de violentos se apoderaron del boulevard de Sabana Grande para protagonizar un carnaval de botellas, tiros y broncas, en un espectáculo bochornoso que mantuvo escondidos a los vecinos durante tres días de terror que la policía no pudo controlar.

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