Saturday, July 25, 2009

La columna de esta semana: "Por sus hechos los conocereis"

De andar y ver

Por sus hechos lo conoceréis

Mariahé Pabón (*)
"El paciente no se siente cómodo a menos que sea el centro de atención; necesita ser admirado y exagera sus logros y talentos; la percepción inflada de sí mismo le lleva a denigrar de los demás; muestra una actitud arrogante; sus actuaciones dramáticas cargadas de emotividad carecen de sinceridad; utiliza y manipula a los demás para alcanzar sus propios fines y sólo busca relaciones que lo beneficien de alguna manera; se molesta si no se le complace inmediatamente; el paciente comienza proyectos, pero es incapaz de finalizarlos (incluso en las relaciones personales); sufre a menudo de ataques depresivos". Es, en resumen un Histriónico narcisista. Del libro Psiquiatría, ediciones de los autores estadounidenses Rhoda Hahn, Lawrence Albers y Christopher Reist, pero cualquier especialista en ciencias de la conducta lo define de igual manera.

Mambrú se va de la guerra
"Dios nos libre de una guerra (...), pero eso no depende de nosotros (...) íEstamos listos para morir, pero Venezuela jamás de los jamases volverá a ser colonia yanqui ni colonia de nadie!, dijo el Presidente guerrero, quien se siente feliz cada vez que puede golpear a sus vecinos colombianos, amenazándoles con prender sus aviones rusos, airear a sus combatientes y mostrar su aparente poderío. Gallea de paso, con vedar los negocios ya establecidos, olvidar los convenios bilaterales y sacarse las espinitas que Uribe le ha ido clavando en los últimos años.
El establecimiento de bases estadounidenses en las fronteras colombianas a objeto de enfrentarse a la guerrilla y al narcotráfico (según Uribe) ha tocado las fibras más hondas de la musculatura revolucionaria roja rojita, por el sólo hecho de que le corten las venas a sus aliados de las FARC, tantas veces exaltados por Rodríguez Chacín y su tribu de facinerosos. Baste recordar su patriótica despedida en plena selva cuando colaboraron en el rescate de varios rehenes en poder de la guerrilla y más tarde dieron a Uribe el gran bofetón al levantarle una estatua a Tiro Fijo. Por cierto, que en la famosa computadora se pudo leer un comentario del anciano guerrillero en el que criticaba a la soldadesca venezolana de indisciplinada y floja. Nunca se explicaron las razones por las cuales dichos soldados se entrenaban con las FARC y es fácil adivinar en qué asuntos andaban tales uniformados. A propósito, Iván Mejías, portavoz de la policía Nacional, habló ayer de un supuesto Plan Caracas para invadir con irregulares nicaragöenses la frontera hondureña. Y es que el Comandante quiere guerra.

Por debajo de la mesa
Hace un tiempo, camino hacia Sevilla, en el tren El Ave, encontré casualmente a Antonio Canales y como curiosa periodista me apersoné en su vagón privado, para interrogarlo acerca de sus proyectos. Entonces, estaba preparando el montaje de La Casa de Bernarda Alba, obra de García Lorca a la que él le daría un toque singular: se vestiría de mujer, aquella mujer fiera y dura de la España profunda, madre de cinco hijas que en la coreografía de Canales son también hombres. Sería la primera vez que Antonio se atrevía a cambiar de sexo, para mostrar lo difícil que resultaba en aquellos tiempos amargos, el ser mujer. En la breve entrevista, a bordo de un tren veloz, Canales expresó su deseo de volver a Venezuela, de presentar aquí su espectáculo, de volver a ver a sus amigos y viajar a Canaima. Pasaron cinco años desde aquel día. Antonio Canales cumplió su sueño de regresar a los escenarios del Teresa Carreño no con la suerte que hubiese deseado, ya que en un salvaje acto de saboteo, los empleados del otrora templo de la cultura, resolvieron en un acto vandálico, no sólo protestar por sus reinvidicaciones, sino destruir la escenografía. La función del viernes fue suspendida. Los frustrados admiradores del artista, debimos esperar hasta el siguiente día y hacer cola desde tempranas horas de la tarde, ya que la organización debía cumplir con acomodar dos grupos, los relegados y los nuevos. La gente se amotinó y protestó hasta por el gesto de hacer pasar en primera instancia a los periodistas que entre otras cosas fuimos amontonados en un rincón de la sala, no precisamente ideal para contemplar el espectáculo.
De todos modos, valió la pena esperar y sufrir los sinsabores que se han vuelto ya tradicionales en la mayoría de los espectáculos que se presentan en el Teatro Teresa Carreño, propiedad de un gobierno arbitrario. Ver de nuevo al gran maestro Antonio Canales fue una fiesta, una puesta en escena memorable para todos aquellos que sentimos el flamenco y hemos tenido la suerte de retener en la memoria a figuras que como las de Carmen Amaya, Antonio, Antonio Gades, Sara Baras, Cristina Hoyos, Joaquín Cortés, se presentaron en los lejanos tiempos del pluralismo político. Canales vino con un grupo de bailaores y músicos extraordinarios entre los cuales, Amador, nos regaló su particular estilo, herencia de una tradicional familia flamenca. Un aplauso largo, emotivo y entusiasta coronó el gran final del jaleo flamenco y seguramente muchos olvidaron los tropiezos surgidos en los días anunciados para el evento.
Y es que nos estamos acostumbrando a callar. Nos moldeamos a lo que venga. Nos ajustamos a los abusos de cada día. Pasamos de largo, como si la piel no nos doliera. ¿Por qué los trabajadores del Teresa Carreño no tienen el valor de protestarle a Chávez en las fechas por él programados para sus peroratas y comedias?. ¿Por qué no reclaman en un concierto de Dudamel?. ¿Por que se acojonan cuando ven pasar el mandamás del teatro?. En esta ocasión escogieron a Canales como víctima y le dieron un golpe bajo que él no sintió demasiado, porque los estruendosos aplausos calmaron su angustia. Tampoco lo sintieron muchos periodistas que apenas si le dieron dos líneas al percance.
Estamos bajando la cabeza. Ayer fue Canales, mañana será otro y al final sólo veremos lo que la revolución escoja.

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