Friday, April 23, 2010

La columna de Mariahe esta semana


De andar y ver


Una profecía anunciada
 Mariahé Pabón (*)


"Caballeros, dentro de cien años proyectarán otra magnífica película en color que describirán estos días terribles que estamos pasando. ¿ No queréis interpretar un papel en esa película para que os vuelvan a la vida de aquí a cien años ?. Todo El mundo tiene ahora una oportunidad de elegir el papel que interpretará en la película de aquí a cien años. Será una película excelente y enaltecedora. Manteneos firmes ahora, para que dentro de cien años, el público no os silbe y pateé, cuando aparezcáis en la pantalla". Goebbels en una alocución dirigida a su personal del Ministerio de Propaganda el 17 de abril de 1945, un ente que vivió de la imagen y pereció por ella. El Tercer Reich de Michael Burleigh.

The monday fashion
No sabría exactamente cómo catalogar el espectáculo del 19 de abril que comenzó por la aparición de brigadas rojas que en menos de tres días le lavaron la cara al centro de la ciudad y a todos aquellos sitios por donde pasaría la corte invitada a celebrar con fiesta militar un acontecimiento de carácter estrictamente civil, como fue la toma de posesión de la primera Junta Autónoma de gobierno, hace doscientos años. En ninguna pintura que nos dejó la imagen de esa sesión se ve a militar alguno. No hay cachuchas, ni boinas, ni uniformes.
Viendo aquella exhibición que cualquiera podría confundir con las famosas Week Fashion que se organizan en el mundo entero para mostrar las nuevas tendencias de la moda, tendríamos en primer lugar el raro uniforme que vestía el comandante de las Fuerzas Armadas, modelo exclusivo según se reseñaría en las notas oficiales. Es un traje de gala, verde oliva, de chaqueta cruzada con ocho botones dorados. Al final de la manga se puede ver un puño ribeteado de rojo. Bajo la soberbia chaqueta, el Comandante lucía camisa blanca y corbata negra. En el pecho llevaba preseas ganadas en sus numerosas batallas : su huida hacia el Museo Militar, su negativa a tirarse de un paracaídas, su renuncia fallida en el golpe del 11 de abril y su reciente fuga de la mano de Lucashenco, cuando una poblada lo quiso linchar , muy cerca de Maracay. La cabeza del Jefe Unico, estaba tocada por una regia boina roja, símbolo de la revolución bonita. No llevaba guantes, como es obligatorio, pero sí lucía un reluciente reloj, cuya marca me reservo.
Y el show continuó
Después del grito " Patria, socialismo o muerte, venceremos" que copió con un grito marcial el llanero General Celso Canelones Guevara, para responder a su patrón que en el mismo lugar se encontraban doce mil combatientes anti imperialistas, socialistas y revolucionarios que pedían permiso para comenzar el show , el dueño del asunto respondió: "vaya usted a comandar este desfile monumental". Y el desfile comenzó, se alargó, casi se calcinó, bajo un sol ardiente.
A la marcha imponente de los soldados y soldadas, la antecedió el paso vacilante de los pobres indígenas manipulados por unos coreógrafos ignorantes que los hicieron danzar con los pies descalzos sobre la parrilla del cemento y disfrazar con raros atuendos, mientras los invitados especiales trataban de guardar la compostura y Cristina se retiraba luego de haber convertido su abanico en un manojo de sudor.
No podemos ignorar a los deslumbrantes bailarines -soldados bielorusos con su sincronizado y singular movimiento de piernas, ni tampoco a las bellas mujeres que lucieron soberbios uniformes, unos rojos, otros blanco. Los rojos acompañados de botas blancas. Los blancos combinados con botas rojas. Los cara pintadas marcharon al son de unos gritos esperpénticos y el resto de ejército, para qué ignorar, bastante disciplinado, se comportó como un grupo bien alimentado y adiestrado las veinticuatro horas del día.
Todos, toditos todos, llevaban armas, para mostrar ante el Imperio el poderío de nuestro ejército de patria o muerte.

Pero no ahí no acabó
La cosa siguió. El Comandante se mudó de ropa para continuar su marcha hacia el Teresa Carreño en donde un grupo de señoras y señores del Alba, adormilados y con los riñones abultados, continuaron departiendo y soñando en liberarnos para siempre del imperio. El auditorio aplaudió, tan fatigado como el representante de la Isla Dominica que dormía plácidamente su sueño reparador.
Aquí en esta crónica ligera olvidé que todos estos invitados habían estado en la mañana en unos cuantos actos patrióticos y se les había castigado con un discurso de doña Cristina Fernández. Me contaron que varios de los ilustres asistentes bailaron en algún momento con los diablos de yare. Eso no lo vi.
Todo fue remunerado con creces. Los invitados partieron con los bolsillos repletos y la sonrisa a flor de labios. En Bolivia se volvieron a ver. íQué vida tan duraÖ!

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